domingo, 28 de noviembre de 2010

Aniversario del EZLN

Se cumplen 27 años de lucha.
El pasado 17 de noviembre se cumplieron 27 años desde que en 1983 nace el Ejército Zapatista de Liberación Nacional no como una guerrilla sino como un ejército popular de resistencia y de lucha por las comunidades indígenas, en defensa de las tierras y de los despojos militares. Desde su creación, el EZLN se ha distinguido por tener una nueva forma de lucha y de resistencia, se han convertido en un referente nacional e internacional de organización. El autogobierno que consolidaron las comunidades zapatistas de Chiapas ha sentando las bases del gobierno donde el pueblo es quien manda.
Nacen en 1983, sin embargo, es hasta 1994 que se conoce el la fuerza y el temple de la lucha del pueblo chiapaneco cuando se manifiestan en contra del Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y Canadá. Según dice Gloria Muñoz Ramírez en su libro “20 y 10: el fuego y la palabra”, entre 1983 y 1994 el EZLN dedicaría sus principales esfuerzos a una paciente organización interna para tener muy clara su postura, sus demandas y su lucha; para poder ser una resistencia organizada, informada y dirigida.
Sus primeras consignas anunciaban: “hemos encabezado la lucha que necesitamos hacer para alcanzar demandas que nunca ha satisfecho el Estado mexicano: trabajo, tierra, techo, alimentación, salud, educación, independencia, libertad, democracia, justicia y paz.” El primer acercamiento para alcanzar sus consignas fueron los acuerdos de San Andrés sobre Derechos y Cultura indígena firmados en febrero de 1996. Sin embargo, se firman acuerdos parciales en espera de otras mesas de diálogo para lograr un acuerdo total. Una vez firmados, Ernesto Zedillo, el entonces presidente, desconoce los Acuerdos.
Se da la lucha zapatista por aprobar leyes que garantizaran el respeto a los derechos de los pueblos indígenas, el reconocimiento a su autonomía y la atención de las demandas en materia de justicia e igualdad. El gobierno pone traba tras traba para frenar la lucha indígena y no otorgarles autonomía y mantenerlos en la opresión, presidente tras presidente hemos visto repetirse la misma historia en la que se ignora al asunto indígena.
Los objetivos principales del Ejército Zapatista giran en torno a la defensa de los derechos humanos colectivos e individuales; la construcción de un modelos nuevo de nación donde impere la democracia, libertad y justicia y la creación de redes de resistencia y rebeldías que luchen en nombre de la humanidad contra el neoliberalismo. No pretenden tomar el poder del Estado, su lema es: “Para todos todo, para nosotros nada”, le otorgan el poder al pueblo. A través de años de lucha y resistencia han ido logrando poco a poco la construcción de la autonomía.
Herman Bellinghausen en su artículo “México: Gracias a los Zapatistas” publicado por La Jornada, afirma: “Los indígenas se volvieron extrovertidos, dejaron de pedir, determinados a exigir y resistir…Un ejército campesino comprmonetido con la vida, sus pueblos y la liberación nacional desde una insospechada lucidez. Mientras, la sociedad civil se percataba de su propia existencia.”
La lucha emancipadora de los pueblos por la defensa de sus derechos, por el trabajo digno, por la justicia y la paz es un ejercicio permanente, es una batalla que diariamente libran los pueblos zapatistas quienes plenos de esperanza no cesan en su empeño por la liberación del dominio y la explotación.
“Es necesario hacer un mundo nuevo. Un mundo donde quepan muchos mundos, donde quepan todos los mundos” –Subcomandante Marcos del EZLN.

Norma Gutiérrez

sábado, 30 de octubre de 2010

Involución

Una sociedad que se cae a pedazos.
Parecería una contradicción, la naturaleza del ser humano es la autoreproducción y actualmente no hacemos más que autodestruirnos.
Vivimos un caos nacional que es reflejo de una gran cantidad de problemas sin resolver, migración, pobreza, desempleo, crimen organizado, educación, tierras agrícolas, y lo que más duele es que nadie parece escucharnos, seguimos viviendo en un país en el que “no pasa nada”. La terrible violencia que se vive día a día es la clara prueba del abandono en el que se encuentra la población mexicana. Es aterrador pensar que no existe un Estado de derecho ni nada que proteja al ciudadano común; vamos solos en esta guerra. La violencia de los de abajo la generan desde arriba, aunque a final de cuentas la culpa siempre recae en los de abajo.
Hoy aprovecho este espacio para decir: ¡Basta!. Basta de indiferencia, basta de corrupción, basta de opresión, basta de una guerra que no es ganable y que no pedimos. Hoy todos corremos peligro, antes era la guerra entre cárteles, hoy cada vez hay más bajas de civiles, ciudadanos como nosotros que vemos en juego nuestra vida y nuestra libertad. Nosotros, los ciudadanos, nos hemos convertido en casualidades, cada muerte es un daño colateral, somos intrusos en una guerra que busca todo menos nuestra libertad.
La actual inoperancia de Estado nos dice principalmente una cosa: algo ha salido terriblemente mal. Hoy el horror amplia los límites de lo decible.
Ya estamos cansados, ya no le ponemos precio a nuestra rendición, porque cada muerte nos lastima y lacera nuestra libertad. Si guardáramos un minuto de silencio por cada uno de los muertos a causa de la “guerra contra el narco” pasaríamos 19 días y medio callados; basta de tanto silencio, es hora de alzar mucho más fuerte la voz. Somos dueños de nuestro propio futuro y por encima de todas las cosas no podemos dejar que nos arrebaten esto. Sólo nosotros podremos mejorar nuestras vidas y llegar a la paz; no podemos exigir un país de primera siendo ciudadanos de tercera, empecemos por cada uno. La intolerancia comienza en la ignorancia, basta de cerrar los ojos ante esta realidad. Todos somos México, campesinos, trabajadores, indígenas, los que son asesinados día a día, a los que la pobreza expulsa del país, tú y yo; momento donde somos uno y todos.
Estamos viviendo las vísperas del después, es hora de parar. Me rehúso a acostumbrarme a la violencia y a la injusticia. Hoy no escribo con indignación, ni con coraje, escribo con profunda tristeza. Me llenan de tristeza los sueños apagados, los cuerpos torturados, la indiferencia de los que se supone deben protegernos, por todos los que han sido silenciados, por la tierra pisoteada y por la libertad perdida, porque hoy pensar es un delito y la violencia se ha convertido en el único lenguaje. La rabia contenida me hace un nudo en la garganta y me hace preguntar: ¿Por dónde hay que comenzar? Por más que lo intento no logro encontrar respuestas; estoy cansada y tengo miedo.
Ivonne Gutiérrez Castro

lunes, 25 de octubre de 2010

Geografía Fracturada


México, un país de migrantes.

En días pasados se llevó a cabo la Semana Nacional de Migración, del 18 al 22 de octubre se realizaron exposiciones, mesas de diálogo y propuestas a lo largo de todo el país con el tema de la migración en México. Después de vivir todo esto, hago una pequeña reflexión acerca del tema que lleva ya varios años siendo prioridad en varios países del continente.
México es un país que ha vivido a la sombra de la migración. Somos el puente hacia un sueño americano para muchos que vienen desde remotos lugares en Centro y Sudamérica. Nos encontramos entre los que pasan, los que se van y los que ya están allá, entre personas que sueñan con llegar “al otro lado” y que una vez allá sueñan con regresarse de este lado.
La decisión de migrar no es nada fácil, es una decisión que se toma en familia la mayoría de las ocasiones y se da como respuesta a la carencia que sufren en el lugar de origen. Para poder migrar se necesita un nivel óptimo de pobreza, ya que los que viven en extrema carencia no pueden reunir el dinero necesario para migrar, y los que tienen poco más de lo indispensable prefieren no arriesgarse en el duro proceso de llegar. En años pasados quien mayormente migraba era el hombre de la familia, el más fuerte y en edad óptima para trabajar; actualmente migran familias completas, cada vez vemos a más niños intentando cruzar el desierto de la mano de sus padres. Niños que desde la cuna aprenden que en su tierra la pobreza expulsa y en tierra ajena llegar es un delito.
Para le gente de centro y Sudamérica nuestro país es un requisito obligado en su intento para llegar al otro lado. Desde que llegan a nuestra frontera sur se encuentran con todo tipo de abusos por parte de la delincuencia, el crimen organizado y las mismas autoridades. La solidaridad entre latinoamericanos es un mito para todos los que intentan cruzar por tierras mexicanas. El año pasado se registraron 12,000 secuestros a inmigrantes del sur, este año la cifra va casi al doble.
Los más afortunados logran llegar a la frontera, una de las últimas estaciones en el viacrucis de la migración. Una vez que llegan a la frontera, territorio sin ley y país en sí misma, se topan con otra avalancha de abusos, fraudes, corrupción, y violencia; es un espacio en el que los derechos humanos se convierten en un lujo inalcanzable.
La travesía por el desierto, el último paso para estar “del otro lado”; del otro lado de la pobreza, del otro lado de lo que escapan, cada paso los acerca a ese otro lado que ofrece un futuro incierto pero que alberga la esperanza que los empuja a seguir caminando. Esta vez se enfrentan a temperaturas insufribles para el ser humano, a un desierto que los envuelve con sus kilómetros de arenas y áridas tierras. Pieles secas que caminan hombro con hombro bajo el sol. Aunque el migrante cruce solo, por el desierto caminan a su lado la familia que dejó atrás, los sueños de un mejor presente para los suyos. Van con ellos las raíces que pisan bajo sus pies y las raíces que arrastran desde sus tierras. El silencio del desierto los ensordece, hasta que por fin, algunos, logran llegar.
Una vez que llegan se convierten en ilegales, por el simple hecho de aparecer ya son víctimas de discriminación, abusos y explotación laboral. Aún con todo esto, la mayoría coincide en que allá les va mejor que en sus lugares de origen. El gobierno norteamericano, sobre todo el de Arizona con la aprobación de sus leyes antimigrantes, han calificado de criminales a los inmigrantes, bajo esta concepción podemos decir que los campos estadounidenses están llenos de jornaleros criminales, los restaurantes son atendidos por criminales, los empleados de limpieza en hoteles, establecimientos comerciales y en muchas casas son criminales, miles de niños americanos son cuidados por niñeras criminales.
Inmigrantes que viven con miedo de ser deportados y a la sombra de “la migra”, escondiéndose y corriendo todo el tiempo para escapar de las redadas. Hoy en día en Arizona te pueden parar en las calles por el simple hecho de tener “aspecto de inmigrante” y pedirte tus papeles. Uno de los aspectos más preocupantes es la separación de familias a causa de la deportación. En lo que va del años 1000 niños han sido deportados tan sólo por la frontera de Reynosa, misma frontera por la cual en 2009 se deportaron mil 400 niños y en 2008 la cantidad fue de mil 500. Todos estos menores terminan en casas del DIF y en centro de atención al migrante esperando ser regresados a algún familiar o en espera de que alguno de sus padres pueda regresar por ellos. El estado mixto de muchas familias de inmigrantes en Estados Unidos, en las que unos son ciudadanos y otros no, hace mucho más difícil el proceso de deportación ya que obliga a separar a padres e hijos y los deja aún más desprotegidos.
Conviene promover una conciencia social y solidaria respecto del fenómeno migratorio. Sin embargo, hasta ahora se ha impulsado el respeto y la solidaridad al migrante, yo creo que se debe promover también una conciencia por el derecho de las personas a no migrar. Es obligación de los países garantizar a sus ciudadanos las condiciones necesarias para que puedan quedarse en sus tierras de origen, con sus familias, bajo sus propios techos y que no se vean en la necesidad de salir a buscar mejores oportunidades en otros lugares. Yo me pronuncio por el derecho a no migrar. Me pronuncio en contra del drama del sobreviviente y del dolor del viajero que llevamos todos dentro, seamos o no migrantes. Personas atrapadas entre dos tierras, con historias duales, corazones que extrañan el hogar, ciudadanos que ya no son ni de aquí ni de allá.

Ivonne Gutiérrez Castro

lunes, 30 de agosto de 2010

Memorias


Memorias
Un pueblo que lucha por no olvidar
Las banderas de México ya se pueden encontrar en las calles de las ciudades, todo listo para celebrar la independencia de nuestro país; que lástima que sea esta misma independencia la que todavía no logra llegar a las calles de nuestras ciudades.
Llevamos ya 200 años tratando de construir al grandioso Estado Mexicano, libre y justo. Tantos años luchando y tal parece que la paz no llega. Los grandes caudillos lucharon por liberar a México, muchas batallas se han librado y muchos pueblos han salido a pelear; pero después de tanto tiempo, parecería que los únicos que siguen sin ganar batalla son los que integran a la sociedad mexicana, toda esa mayoría que no forma parte de la élite del poder.
Tenemos una independencia que no da libertad. ¿Contra qué se revelaron los caudillos de independencia? Contra el malestar social, la crisis económica, la inestabilidad política, la esclavitud y una sociedad extremadamente desigual debido las diferencias abismales entre ricos y pobres. Cien años después vino la Revolución, a defender el voto y a regresar la soberanía a donde corresponde, al pueblo. Hoy en día, tal parece que nada ha cambiado. Nos encontramos ante un índice histórico de desempleo, con un 5.7% de la fuerza laboral, la economía mexicana se desploma cada día. José Narro Robles, rector de la UNAM, habla sobre los “ninis” personas en edad laboral que ni estudian ni trabajan, reporta 7 millones. Alrededor del 75% de la población vive en la pobreza; 8 de cada 10 ancianos viven en condiciones deplorables. Todas estas, cifras oficiales según la CONAPO (Consejo Nacional de Población). Vivimos siendo esclavos, de la delincuencia, de la desigualdad, de la supervivencia.
Con todo esto, me pregunto ¿de qué ha servido? ¿de qué sirvieron tantas luchas, tanta sangre, tanta gente que tomó las armas con la esperanza de lograr un mejor México? ¿dónde quedaron esos ideales? Años después y los campesinos se siguen levantando bajo el grito “Zapata vive, la lucha sigue!” así es, la revolución no se ha ganado, la lucha efectivamente debe seguir. Abdicar de la responsabilidad es un camino hacia el fracaso, es tarea de todos lograr un cambio por y para nosotros mismos, el pueblo, olvidando a la élite de la clase política. Es responsabilidad de nosotros generar nuestro propio bienestar.
Somos parte de una sociedad con un pasado muy lastimado y con un presente que aún está sangrando. Vivimos en un país con miedo y en un constante estado de guerra, contra la delincuencia, contra el crimen organizado, contra la desigualdad social, contra nuestro propio gobierno. Y me parece increíble que no creamos que ya es tiempo de cambiar. Todos somos México, ¿tú de verdad piensas que ganamos la lucha?
Ivonne Gutiérrez Castro

miércoles, 25 de agosto de 2010

SEMILLAS


Semillas
Creciendo en terreno infértil
Esmeralda, de 9 años, vive en una comunidad rural de Sonora. Llega corriendo de la escuela y se apresura al comal a preparar tortillas para que coman sus 4 hermanos más pequeños.  El papá de Esmeralda se fue a Estados Unidos y su mamá trabaja todo el día en una ciudad cercana. Esmeralda es ama de casa, tiene 9 años. La historia de esta familia es una constante que se repite a lo largo y ancho de todo el país.
De acuerdo al Módulo sobre Trabajo Infantil de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE 2007) 3.6 millones de niños menores de 14 años trabajan en nuestro país. Sin embargo, en esta encuesta sólo se considera a los niños que han llevado a cabo una actividad económica formal, por lo tanto, no están incluidos aquéllos que laboran en quehaceres domésticos, en puestos ambulantes, limpiando parabrisas, los malabaristas de semáforo, cuida-coches, ni ningún otro trabajo “extraoficial”. La encuesta se aplica en hogares, por lo que tampoco son contabilizados los niños migrantes, los que se encuentran en albergues colectivos, ni en campos agrícolas.
 Con lo anterior en cuenta, podemos deducir que la cifra de los 3.6 millones se eleva considerablemente en la realidad. La Comisión Nacional de los Derechos Humanos calcula que hay aproximadamente 1.3 millones de menores que trabajan sólo por propina, 600,000 son jornaleros en el campo, más los numerosos casos de quehaceres domésticos, suman alrededor de 6 millones de niños menores de 14 años trabajando en México.
La mayor parte de los niños que trabajan viven en el campo y en las comunidades rurales. Según la ENOE, 7 de cada 10 menores que trabajan viven en comunidades rurales. El 24.8% de los trabajadores infantiles se concentran en 3 Estados principalmente: Estado de México, Puebla y Jalisco.
Los niños que laboran en México son parte de un fenómeno multidisciplinario que no siempre es negativo, en algunas ocasiones responde a un bagaje cultural  y a las tradiciones familiares. Muchas veces es positivo y ayuda al niño a desarrollarse, el problema es cuando las condiciones laborales limitan o afectan al menor de física o moralmente. Existen dos principales enfoques frente al trabajo de menores en México, uno es el abolicionista, éste considera  que el trabajo es malo y nocivo en los menores, pretende la erradicación total de este fenómeno  en México. Otro enfoque es el proteccionista, que defiende que el trabajo puede ser positivo dependiendo de las condiciones laborales y del desempeño de los menores, un ejemplo de este último enfoque es la Organización niños, niñas y adolescentes trabajando (NATs) que se preocupa por proteger a los menores que trabajan.
El trabajo infantil en México es una realidad del día a día, es una parte importante del acontecer cotidiano que difícilmente vemos por estar ya tan acostumbrados a él. Niños de 4 años que pizcan jitomates en los campos, existen en México,  niños que recogen latas por la noche, pepenadotes, pescadores, mineros, jornaleros, recolectores, niños que trabajan en mercados, en cementerios, en la calle. La Convención sobre los Derechos del Niño establece “el derecho del niño a estar protegido contra la explotación económica y contra el desempeño de cualquier trabajo que pueda ser peligroso o entorpecer su educación, o que sea nocivo para su salud o para su desarrollo físico, mental, espiritual, moral o social.” Preguntemos a las niñas víctimas de trata de blancas si consideran su trabajo nocivo para su desarrollo.
El principal problema es que la mayor parte de los menores trabajan para ayudar a mantener a sus familias porque el dinero que ganan los padres no alcanza, lo hacen para sobrevivir y en muchas ocasiones la necesidad los hace recurrir a trabajos denigrantes y no aptos para su edad. Es hora de que el país deje de vivir la ilusión de que todo está bien y que, aprovechando estos momentos de celebración nacional con el Bicentenario de la independencia, nos detengamos un momento a pensar en estos niños y que miremos la miseria cara a cara en los ojos inocentes que todos los días tienen que luchar por sobrevivir.
Los niños son considerados la semilla del México del mañana, les hemos dado la responsabilidad de crear el mejor país que nosotros no hemos logrado. Pero yo dejaría una pregunta, ¿cómo es posible que les demos tal responsabilidad cuando ni siquiera nos preocupamos por ellos? ¿Cómo una semilla puede florecer y dar frutos cuando todo alrededor se encarga de impedírselo?
Esmeralda hoy tiene 12 años, ya dejó la escuela y se dedica solamente al quehacer doméstico.

 Ivonne Gutiérrez Castro